Los Últimos Cuentos de Médicos.
Querido lector:
Porque, como dejé escrito en otro prólogo, el mero hecho de que estés leyendo estas líneas te hace ya acreedor a nuestro cariño. Pues tú eres, como también escribí en otra ocasión, nuestra razón de ser: sin tus ojos y tu curiosidad, o incluso tu escepticismo, nosotros, humildes escritores de cuentos, cuentistas si bien lo miras, no seríamos ni siquiera eso.
Me ha salido un comienzo un tanto nostálgico, y me he dejado llevar. Es lo que pide la ocasión para prologar “LOS ÚLTIMOS CUENTOS DE MÉDICOS”. Porque, efectivamente, y voy con la primicia, estos son los últimos, y ésta, la última edición de estos Cuentos de Médicos.
Como quizá recordéis algunos, puede que los más benévolos, el asunto empezó en el año 1997, de la mano de la inquietud intelectual y la inteligencia de dos grandes oncólogos: Amalio Ordóñez, del Hospital La Paz de Madrid, y Antonio Duque, del Hospital Virgen Macarena, de Sevilla. Desde entonces, cada 2 años, fieles a la cita con el congreso bienal (que no bianual, como diría –y dijo– Amalio) de la SEOM, hemos publicado 6 ediciones de cuentos de médicos. Por nuestras páginas han pasado veinte oncólogos que nos han regalado, grosso modo, unos cien cuentos. No contentos con contar estupendos cuentos, hemos contado con un estupendo artista (sé que me repito, pero es que viene a cuento). Para la primera edición el Dr. Antón Aparicio nos regaló unos espléndidos grabados. Tanto nos gustaron que los hemos repetido en otras posteriores, aunque no en todas. En esta última, naturalmente, no podían faltar. Durante estos 12 años los Cuentos de Médicos han sido como la vida, de la que en cierta medida son reflejo: cambiantes. No ha habido una edición igual. El número de autores ha cambiado en todas: con honrosas excepciones, la mayoría hemos estado en unas ediciones y en otras no; algunos nos hemos ido de una para volver en la siguiente, y otros nos hemos ido para siempre. Algunos han publicado un solo relato, otros dos, tres…y así hasta nueve, como nuestros autores más prolíficos: Antonio Duque y Enrique Espinosa. Para cuando culmine esta edición José Ramón Germá se unirá al Olimpo de los nueve cuentos, pero el título de autor más prolífico lo ostentará, en solitario y para siempre, Enrique Espinosa, que con el relato que nos ha enviado para esta edición sumará diez cuentos.
Títulos aparte, en los Cuentos de Médicos, en estas siete ediciones, de libros menudos y de portadas variopintas, guardamos celosamente pequeños trozos, apenas retazos, de nuestros veinte oncólogos escritores: de su inteligencia, sus emociones, sus recuerdos, sus miedos, sus fantasmas, sus sueños y sus frustraciones. Porque todo eso, y no otra cosa, es lo que se esconde detrás de todas y cada una de las páginas de nuestros cuentos. Y cuando nos lees te conviertes, por un momento, en accidental propietario de todo lo intangible que cada uno de nosotros ha dejado en esas páginas. Pero cuando guardas el libro, los siete libros, en tu biblioteca, te conviertes en propietario definitivo de las emociones y los pensamientos que quisimos compartir contigo. Acabo de ojearlos todos para escribir este prólogo. Es ya tarde, más de la una de la madrugada de una noche de este septiembre de 2009 tan caluroso, que no consigue terminar de sacudirse el verano. Ni un ruido en casa, toda mi familia duerme plácidamente. Así que he podido ojearlos a placer, todos y cada uno de ellos; y cada uno me ha retrotraído a un sitio, a un tiempo y a una emoción diferente. Y, os lo confieso, he sentido una profunda ternura por esta historieta de los cuentos.
Y si es tan gratificante, ¿por qué termináis con esta serie? quizás te estés preguntando ahora mismo. Pues porque la idea está agotada. Con el devenir de los años tan sólo la Coca Cola y la Iglesia parecen mantenerse inalterables e inasequibles al desaliento. Pero no así nuestros cuentos. En las dos últimas ediciones (la sexta y ésta) el asunto ha languidecido de forma francamente peligrosa. Por eso es buena idea que le pongamos fin aquí. Para evitar que lo que hoy nos produce ternura no provoque más adelante una mueca de fastidio. Debo confesar en este punto que mi pretensión, como editor de las tres últimas ediciones, era terminar con la sexta, la del 2007, aunque en el prólogo que entonces escribí tan sólo anunciaba el inicio de una nueva etapa. En realidad, y para ser honestos, tapamos con la reedición del primer volumen (en eso consistía la nueva etapa) la falta de originales para ese número. Pero, persuadido como estaba de que fue bonito mientras duró, me llegó la invitación de Ramón Colomer, nuestro actual presidente de la SEOM, para preparar una nueva edición para el congreso de Barcelona. Y no supe decirle que no, lo confieso. También confieso que me provocó. ¡Qué diablos!, me dije. A lo mejor la idea sólo está muerta en su mayoría, y no en su totalidad, como el príncipe de La Princesa Prometida. Pero no, la idea está bien muerta. Sólo tres autores me han respondido: el infatigable Enrique Espinosa y los prolíficos J. R. Germá y Gustavo Catalán. Y ya in articulo mortis, o con el pie en el estribo del tren editorial a punto de arrancar, in extremis, vamos, nos envía su cuento J. A. Sánchez Calzado, que tengo especial placer en incorporar dada su calidad. No se lo pierdan, es un espléndido escritor. Me han contestado los que más escriben tan sólo para certificar que hasta aquí hemos llegado. Sin penas ni nostalgias. Sólo con el dulce regusto en la boca de que hemos disfrutado intensamente lo que hemos hecho. Por lo menos yo. Y sospecho que es una percepción fácilmente asumible por el resto de mis coequipiers. Como dulce colofón se nos ha ocurrido otra idea que me gusta. Publicar para esta edición los dos mejores cuentos, elegidos por ellos mismos, de cada autor. De forma que lo que tienes entre las manos es lo mejor de lo mejor de Cuentos de Médicos: la quintaesencia, el néctar más puro, la jalea real más veraz, el último sorbo de fantasía, seleccionado, cocinado y condimentado por sus autores. La leche, vamos.
Por supuesto, no quiero terminar ni este prólogo ni esta singladura sin mostrar mi profundo agradecimiento a quienes han hecho posible esta idea: la industria farmacéutica y las editoriales.
De la industria quiero recordarlos agradecidamente a todos: a Alberto Sánchez, que patrocinó las tres primeras ediciones (desde SmithKline Beecham las dos primeras y desde Aventis Pharma la tercera); a José Tomás Soto, que desde Bristol Myers Squibb patrocinó la cuarta y la quinta; y a los que patrocinaron la sexta y la que ahora tienes en tus manos, esta séptima y última edición. A todos vosotros, mi más profundo agradecimiento. No sólo por la inversión económica (que también, para qué lo vamos a negar) sino, y sobre todo, por vuestra elegancia y vuestro saber hacer. Si alguien tuviera que escribir un libro de estilo sobre cómo hacer industria farmacéutica, deberíais ser vosotros. Gracias. Desde el corazón.
De las editoriales también quiero recordar a todas. La primera edición la hizo Editorial Noesis S.L., de Madrid, y la tercera, Luzán 5, S.A. de Ediciones. No trabajé con ellos, pero a juzgar por el resultado –los libros– hicieron una estupenda labor. La segunda edición, así como la quinta, la sexta y esta séptima, son obra de Ergon, de Madrid. Personalizados en Javier Picabea y Mabel Guillén, de ellos sólo puedo decir cosas buenas como profesionales y como personas. Gracias a los dos. Quizás el lector avispado haya notado la ausencia de la cuarta edición en esta relación. Fue ésta una suerte de autoedición, buen ejemplo de lo que no se debe hacer cuando no sabes de algo, y prefiero correr sobre ella un tupido velo.
No me quiero extender más, que ya lo he hecho bastante. Cuentos de Médicos fue una estupenda idea y ha sido una preciosa experiencia. El haber podido vivirla en su mismo centro, como autor y como editor, hace que me sienta realmente privilegiado y mimado por los hados y las musas.
El último agradecimiento es para ti lector, por seguir ahí, o porque acabas de llegar. En todo caso, gracias por ser lector. Por estar leyéndonos. Por existir.
–José Ignacio Chacón López-Muñiz.